lunes, 21 de diciembre de 2009

Paz

Salió el sol otra vez, como siempre, como era de esperar. Allí lo esperaba yo, de rodillas, partido en decenas de astillas de realidad, con todos los sentidos ebrios.
Miraba mis manos clareadas por las primeras luces del alba y entre ellas se cristalizaba la sangre ya. Densos coágulos caían pesados estallando contra el piso. Todo con la luz se iba poniendo rojo. Tenía la certeza de que estaba muriendo. No podía ser de otra manera. Enfriando mis venas mientras se vaciaban, levantando los ojos llorosos en busca de la compañía que jamás llegaría, cayendo presa de los temblores de mi agonía. Sentía que la boca se metalizaba y envejecía hasta oxidarse, llena de la imposibilidad de hablar, llena de la existencia que se me iba a chorros.
Ya las manos me eran indiferentes y pasivas e inertes dejaban que la sangre sobre ellas se cuajara. Mis uñas ya no eran tales, ni mis brazos. Todo era un barro pegajoso y marrón, de vida que goteaba.
Caí al piso finalmente. Esperaba esa voz, ese grito que espantara a la soledad. Que nunca llegó. Y entre mis últimas lágrimas, tampoco fui capaz de evitar que mis párpados se juntaran.
¿Quién querría a un guerrero en tiempos de paz?

By
Lord KaNE
21/12/2009

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